martes, septiembre 12

Potus melancólico

E dijo que yo me había emocionado. Domingo, media noche y repetición exitosa del domingo anterior: fondue (una vez con aceite, otra con queso), pictionary y amigos. Y yo dije que estaban buenísimos estos planes de domingo y E dijo en voz alta, para todos, que la Esti se había emocionado. Entonces empezaron la acusaciones. Que yo me emocione parecer violar el famoso PNC. O soy yo, o me emociono, pero las dos cosas juntas no van, salvo, claro, que quien lo diga sea una planta. ¿Las plantas creerán que me emociono? No es un gran consuelo. Quizá la cuestión, toda la cuestión, pasa por la emocionalidad de las plantas. Por su incapacidad de expresarla. Pero, todos sabemos que las plantas expresa sus emociones, o lo que sea. Las expresan en forma más radical que nosotros. De alguan manera, la cara -rostro para la francofilía- nos salva. Las plantas son pura emocionalidad. Una pasión triste es, para ellas, la decadencia entera del cuerpo y de la vida: hojas chicas, mustias, pálidas, pocas flores. Diríamos, nada de emociones pasajeras. Una planta ciclotímica podría cambiar de afecto cada tres o cuatro meses. Con la cara, los vivientes humanos, podemos tener muchas emociones seguidas, casi indiferenciadas en el tiempo y, con eso, preservar el cuerpo sólo para las emociones a largo plazo, y a veces, ni siquiera. Sin cara, digmos, seríamos todos puro síntoma psicosomático y sólo un lento devenir.
La cuestión es que fui acusado de anemocional. Y me quedé pensando. Esa misma noche había contado que casi nunca lloro y cuando lloro, en realdiad son las situaciones donde debería llorar muchísmo y sólo lloro un poco. Por algo será, claro, tanta preservación de las emociones. Soy tímido para llorar en mi presencia. Todo empezó en algún momento a los 17 o 18 años, donde, después de llorar mucho frente a alguien que no quería que me viera llorar, me dije a mí mismo que no quería llorar más. Raro lo perseverante de mi decisión. Y tanta confesión

miércoles, septiembre 6

La culpa es del despertador

7:00 am. Debería estar en un avión rumbo a córdoba y, en cambio, estoy, todavía medio dormido, en casa. Imaginen el resto.

viernes, septiembre 1

Odiado

Hoy a la mañana ataque de furia contra la vida. A veces me agarran. Hoy había una reunión, una almuerzo, en realidad, de trabajo. Un festejo, una celebración de trabajo. Una parrilla, mucha comida, vino, etc. Todo bien, claro. Pero era de traje, y ya no tengo traje. Y era formal y a veces odio lo formal. Y eran charlas aburridas con gente aburrida sobre temas aburridos, donde hay que tratar de ser simpático. Y, desde el calor de la cama, todo eso parece una sobrexigencia insoportable.
Después fue el café, mirando mails, galletitas, cigarrillos.
Después llegar al trabajo, sin traje y descubrir que nadie estaba de traje.
Después el vino, el chori, la carne, más vino. Y las historias, aburridísimas, de cheques rechazados, ordenes de compra, enfermedades, rulemanes y fútbol. Y yo hablé, a falta de futbol, de ordenes de compra, cheques rechazados, la amenza china, la cicatriz de mi chica, el mantenimiento predictivo industrial. Escuché comentarios de derecha, bastantes. Imposible matizarlos, pero increiblemente, en contexto, no son tan odiosos.
Y no la pasé mal. Finalmente, medio borracho, volví a la oficina y no la había pasado mal y nada era tan grave como desde la cama.