Potus melancólico
E dijo que yo me había emocionado. Domingo, media noche y repetición exitosa del domingo anterior: fondue (una vez con aceite, otra con queso), pictionary y amigos. Y yo dije que estaban buenísimos estos planes de domingo y E dijo en voz alta, para todos, que la Esti se había emocionado. Entonces empezaron la acusaciones. Que yo me emocione parecer violar el famoso PNC. O soy yo, o me emociono, pero las dos cosas juntas no van, salvo, claro, que quien lo diga sea una planta. ¿Las plantas creerán que me emociono? No es un gran consuelo. Quizá la cuestión, toda la cuestión, pasa por la emocionalidad de las plantas. Por su incapacidad de expresarla. Pero, todos sabemos que las plantas expresa sus emociones, o lo que sea. Las expresan en forma más radical que nosotros. De alguan manera, la cara -rostro para la francofilía- nos salva. Las plantas son pura emocionalidad. Una pasión triste es, para ellas, la decadencia entera del cuerpo y de la vida: hojas chicas, mustias, pálidas, pocas flores. Diríamos, nada de emociones pasajeras. Una planta ciclotímica podría cambiar de afecto cada tres o cuatro meses. Con la cara, los vivientes humanos, podemos tener muchas emociones seguidas, casi indiferenciadas en el tiempo y, con eso, preservar el cuerpo sólo para las emociones a largo plazo, y a veces, ni siquiera. Sin cara, digmos, seríamos todos puro síntoma psicosomático y sólo un lento devenir.
La cuestión es que fui acusado de anemocional. Y me quedé pensando. Esa misma noche había contado que casi nunca lloro y cuando lloro, en realdiad son las situaciones donde debería llorar muchísmo y sólo lloro un poco. Por algo será, claro, tanta preservación de las emociones. Soy tímido para llorar en mi presencia. Todo empezó en algún momento a los 17 o 18 años, donde, después de llorar mucho frente a alguien que no quería que me viera llorar, me dije a mí mismo que no quería llorar más. Raro lo perseverante de mi decisión. Y tanta confesión
La cuestión es que fui acusado de anemocional. Y me quedé pensando. Esa misma noche había contado que casi nunca lloro y cuando lloro, en realdiad son las situaciones donde debería llorar muchísmo y sólo lloro un poco. Por algo será, claro, tanta preservación de las emociones. Soy tímido para llorar en mi presencia. Todo empezó en algún momento a los 17 o 18 años, donde, después de llorar mucho frente a alguien que no quería que me viera llorar, me dije a mí mismo que no quería llorar más. Raro lo perseverante de mi decisión. Y tanta confesión